viernes, 6 de octubre de 2017

El Che y su concepción del hombre nuevo desde Cuba



Por Yeter Palmero/ Televisión Camagüey

Aunque en más de una ocasión había leído El Socialismo y el Hombre en Cuba, esta vez pude comprender detalladamente, desde la visión del Che,  los inicios  de la Revolución Cubana en el poder y las metas que el pueblo junto a sus líderes trazaron para el siglo XXI.
 Ernesto Guevara, -ese ser que entre los de esta isla ganó con su ejemplo un merecido respeto y la valía suficiente para convertirse en un cubano más por derecho propio-; en el artículo enviado al semanario Marcha en Montevideo,  hace un esbozo perfecto de las cualidades que debe tener un revolucionario.

Plenamente vigente hoy, el tema confirma que los principios por los que se luchó en la Sierra Maestra a fines de los años 50 del pasado siglo,  son exactamente los mismos que hoy se defienden en la isla en un nuevo escenario desde lo nacional y lo internacional también. 

Las palabras del Che son claras.  Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño  y apasionante drama que es la construcción del Socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.

En este periodo de construcción del Socialismo podemos ver al hombre nuevo que va naciendo, su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas.

 Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.”

Al tiempo que el Socialismo supera obstáculos y se perfecciona  como sistema social, el individuo también sufre transformaciones constantes que lo van moldeando en lo particular y colectivo. El proceso, dialéctico en sus mismas esencias, es además complejo  y resultado de la construcción colectiva.

Desde sus experiencias en Cuba,  Guevara aporta otros elementos. “El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor (…) y nuestros hijos deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La Revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario.

No era utópica su manera de hablar en este sentido. Fue justamente esa la forma en que vivió su propia vida donde acción y pensamiento fueron coherentes. Para el Ché el pueblo sigue a quien con ejemplaridad interpreta sus anhelos.

“El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos. Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica.
Enfatizó en la necesidad de que junto al avance en el campo económico era necesario desarrollar en forma decisiva y determinante la conciencia revolucionaria que fuera capaz de crear un hombre que con particular incentivación diera su aporte al desarrollo de la sociedad. Desde los inicios no de la Revolución no se aspiró a perfecciones y si a ser persistentes, coherentes, éticos, justos, leales.
Uno de los fragmentos que sin dudas revela la importancia de las nuevas generaciones en la obra iniciada en 1959  dice: “La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”.
Cuando se leen las palabras del Che comprendemos que en lo que consideramos historia está mucho e lo que nutrirse para perfeccionar nuestra cotidianidad.

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