Por Yeter Palmero/
Televisión Camagüey
Aunque en más de una ocasión
había leído El Socialismo y el Hombre en Cuba, esta vez pude comprender
detalladamente, desde la visión del Che,
los inicios de la Revolución
Cubana en el poder y las metas que el pueblo junto a sus líderes trazaron para
el siglo XXI.
Ernesto Guevara, -ese ser que entre los de
esta isla ganó con su ejemplo un merecido respeto y la valía suficiente para
convertirse en un cubano más por derecho propio-; en el artículo enviado al semanario
Marcha en Montevideo, hace un esbozo perfecto de las cualidades que
debe tener un revolucionario.
Plenamente vigente hoy, el
tema confirma que los principios por los que se luchó en la Sierra Maestra a fines
de los años 50 del pasado siglo, son
exactamente los mismos que hoy se defienden en la isla en un nuevo escenario
desde lo nacional y lo internacional también.
Las palabras del Che son
claras. “Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del
Socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.
En
este periodo de construcción del Socialismo podemos ver al hombre nuevo que va
naciendo, su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el
proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas.
Lo importante es que los hombres van
adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la
sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.”
Al tiempo que el Socialismo
supera obstáculos y se perfecciona como
sistema social, el individuo también sufre transformaciones constantes que lo
van moldeando en lo particular y colectivo. El proceso, dialéctico en sus mismas
esencias, es además complejo y resultado
de la construcción colectiva.
Desde sus experiencias en
Cuba, Guevara aporta otros elementos. “El revolucionario
verdadero está guiado por grandes
sentimientos de amor (…) y nuestros hijos deben tener y carecer de lo que
tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe
comprenderlo y luchar por ello. La Revolución se hace a través del hombre, pero
el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario.”
No era utópica su manera de
hablar en este sentido. Fue justamente esa la forma en que vivió su propia vida
donde acción y pensamiento fueron coherentes. Para el Ché el pueblo sigue a
quien con ejemplaridad interpreta sus anhelos.
“El
camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones.
Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos. Nos forjaremos en la acción
cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica.
Enfatizó en la necesidad de que junto al avance en el campo
económico era necesario desarrollar en forma decisiva y determinante la
conciencia revolucionaria que fuera capaz de crear un hombre que con particular
incentivación diera su aporte al desarrollo de la sociedad. Desde los inicios no de la Revolución
no se aspiró a perfecciones y si a ser persistentes, coherentes, éticos,
justos, leales.
Uno de
los fragmentos que sin dudas revela la importancia de las nuevas generaciones
en la obra iniciada en 1959 dice: “La arcilla fundamental de nuestra obra es la
juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de
nuestras manos la bandera”.
Cuando
se leen las palabras del Che comprendemos que en lo que consideramos historia
está mucho e lo que nutrirse para perfeccionar nuestra cotidianidad.
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