Por
Yeter Palmero/ Periodista de Televisión Camaguey
Julio
Antonio Mella tiene un lugar especial entre la juventud cubana. Líder
estudiantil genuino, lector y seguidor incansable del ideario de José Martí, dejó
en la Universidad
de la Habana
huellas imborrables.
“…
no debe ni puede ser el más alto centro
de cultura una simple fábrica de títulos… la Universidad Moderna
debe influir de manera directa en la vida social, debe señalar las rutas del
progreso, debe ocasionar por medio de la acción ese Progreso entre los
individuos, debe por medio de sus profesores arrancar los misterios de la
ciencia y exponerlos al conocimiento de los humanos”.
Corrían
los años 20 del pasado siglo y Mella luchaba por transformar la realidad universitaria
sentando bases de justicia social, patriotismo y dignidad sin límites. Ejerció
el periodismo en la revista de este
centro docente, Alma Mater, de la que
fue además administrador y en enero de
1923 dirige la lucha estudiantil por la reforma universitaria.
No
era un hombre común, su honestidad destacaba. El desprecio por la corrupción
política que imperaba entonces en la isla era palpable en cada uno de sus
artículos publicados. Tenía acción trasformadora desde su propio ejemplo. Así,
funda la Federación
Estudiantil Universitaria, organiza y dirige el Primer
Congreso Nacional de Estudiantes, además de crear la Universidad Popular “José
Martí” como via de instrucción
política y académica para los trabajadores.
Su
protagonismo en estas acciones, el dominio de la historia, su antimperialismo
militante y también la formación patriótica que desde el hogar tenía; le
aportaran una clara visión de los males que dañaban al pueblo de Cuba. Sobre el
tema le diría al destacado intelectual, escritor y revolucionario cubano, Rubén Martínez
Villena:
Mira, Rubén, la única
forma resolverlos de veras es mediante la conquista de nuestras riquezas,
independencia y soberanía, que hoy detentan los banqueros de Wall Street y los
políticos de Washington. El pueblo cubano nunca ha sido libre. Ayer fuimos
colonia del imperio español. Ahora somos semicolonia del imperialismo yanqui.
Es cierto cuanto denuncias y necesario cuanto reclamas, pero la honestidad
administrativa, el sufragio efectivo, la verdadera democracia, la igualdad
racial, la educación del pueblo, el bienestar de los trabajadores, la justicia
para todos, la soberanía nacional, son mitos, puros mitos, en nuestra sociedad
actual. (Década de
1920)
Mucho
puede decirse de Julio Antonio Mella aunque es difícil de resumir en palabras
por lo nutrida de acontecimientos que fue su corta vida.
En
1925 fundó el primer partido marxista-leninista cubano en unión de Carlos
Baliño. Expulsado un año después de la Universidad de la Habana por sus
acciones revolucionarias, es detenido y en la cárcel se declara en huelga de hambre.
El 23 de diciembre del propio año es puesto en
libertad y se embarca rumbo a Honduras.
Exiliado
en México
se vincula al movimiento revolucionario continental e internacional; funda varias organizaciones antimperialistas,
estudiantiles y campesinas.
Apenas
iba a cumplir 26 años cuando murió asesinado el 10 de enero
de 1929
en México,
mientras caminaba junto a Tina Modotti. Las órdenes fueron dadas por el dictador
de turno en la entonces Neocolonia cubana, Gerardo
Machado. Mella preparaba entonces la expedición que lo traería a Cuba para incorporarse a
la lucha armada. Sus últimas palabras fueron: Machado me mandó a matar… Muero por la Revolución…
Tina
Modotti, su compañera inseparable de los últimos meses: En la persona de Mella asesinaron no sólo al enemigo del dictador
cubano, sino al enemigo de todas las dictaduras. Machado, una caricatura de Benito
Mussolini, ha cometido un nuevo crimen, pero hay muertos que hacen
temblar a sus asesinos y cuya muerte representa, para aquellos, el mismo
peligro como su vida de combatientes […] esta noche, un mes después del cobarde
asesinato, honramos la memoria de Mella prometiendo seguir su camino hasta
lograr la victoria de todos los explotados de la tierra. De esta manera lo recordamos
como él lo hubiera preferido: no llorando, sino luchando.