domingo, 6 de enero de 2013

José Martí entre los cubanos

Por Yeter Palmero/ Televisión Camagüey
Llegó enero y es imposible no recordar al Apóstol. Es como si al iniciar cada año volviésemos a encontrarlo en una calle, biblioteca, escuela o centro de trabajo, dispuesto a acompañarnos durante todo el nuevo calendario en cada batalla a enfrentar y en  cada alegría recibida. 
José Martí es Cuba.  El amor a la Patria, y  entrega por ella lo hicieron hijo digno de esta tierra. No le limitó el presidio político sufrido a los 16 años de edad, ni el duro exilio, ni las enfermedades crónicas, ni la propia guerra. Por encima de todo,  dio todo por Cuba, hasta su propia vida. 
No existe uno entre nosotros que no le conozca. Desde el hogar y la escuela aprendimos a mirarle en imágenes; con su frente amplia y sus ojos profundos. Acudimos a sus textos con frecuencia para aprender sobre la justicia, la política, el amor, la ciencia,  el arte y  los más variados temas.
Dejó un legado inagotable. Mientras más leo sobre él y  lo escrito por sus manos, más comprendo cuán visionario fue. 
Encerrarlo en definiciones o conceptos es difícil. Pero no puede obviarse su profunda cultura,  y las habilidades que hicieron de él un excelente orador, periodista por excelencia,  conocedor además de los oscuros intereses hacia Cuba de gobernantes norteamericanos; -intereses que no han cambiado hasta hoy, traducidos en un injusto bloqueo y el financiamiento de acciones subversivas.
No es Martí un héroe más. Fue el gestor de la guerra de 1895, el autor intelectual del Asalto al Cuartel  Moncada, -acción revolucionaria que en 1953  dio inicio a luchas por la soberanía cubana concluidas el 1 de enero de 1959 con una Revolución triunfante, por y para los humildes.
Cuando repito el poema Abadala: El amor, Madre, a la Patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas, es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca; se de lo que habla Martí. Me siento entonces en el deber de luchar a diario, porque en nuestra isla las conquistas alcanzadas en los últimos 54 años permanezcan para bienestar de los cubanos. 
Si pienso en América desde su perspectiva, -que es nuestra perspectiva hoy-,  entonces la llamo Nuestra América. Le veo como mentor de la unidad que hoy se palpa entre los pueblos de esta región. Es su sueño haciéndose realidad.
El Apóstol vive no sólo entre los cubanos renaciendo cada enero, también entre los latinos como semilla inmortal de América.

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