Amablemente, Magaly Llort nos recibió temprano en la mañana en su apartamento. Como madre, no puede evitar el dolor al hablar de Fernando.
Las lágrimas acompañaron por momentos sus respuestas, pero lo más
presente mientras conversamos fueron su esperanza y su orgullo, motores
impulsores de la lucha por la liberación de su hijo y de sus compañeros (Ramón Labañino, Gerardo Hernández y Antonio Guerrero) encarcelados injustamente en Estados Unidos, por luchar contra el terrorismo.
“El
orgullo de saber que fue capaz de sacrificar su juventud y su tiempo
con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me ha dado
fuerzas para seguir adelante”, afirma con voz entrecortada.
¿Qué es lo que más extraña de Fernando?
Fernando
es para mí esa persona que necesito a diario. De él, lo extraño todo.
Mi hijo es un hombre serio y responsable, pero en el ámbito familiar y
de sus amistades, siempre ha sido alegre, noble y muy cariñoso.
Una
de las cosas que más me falta es su compañía. Él siempre fue muy maduro
y ante cualquier dificultad conversábamos mucho, pues con su capacidad
de análisis y reflexión encontraba soluciones que yo no lograba ver.
¿Cómo imagina el momento de su regreso a Cuba?
Contando
el proceso de deportación al que será sometido, falta poco más de un
año para su regreso y aun cuando hemos pasado 15 años de lejanía, para
mí será una larga espera.
La
felicidad más grande sería que regresen los cinco al unísono y no tener
que esperar a que cumplan sus condenas. El caso que más me duele y
preocupa es el de Gerardo, que legalmente estaría destinado a no
regresar nunca.
No
imagino ese momento, solo puedo decir que ansío su llegada con
vehemencia porque con los años comienza el temor a no poder disfrutar
ese regreso tan esperado.
¿Pensó alguna vez que Fernando incursionaría en la pintura?
La
primera vez que vi algo dibujado a lápiz por mi hijo me sorprendió
tremendamente, pues nunca mostró ninguna inclinación por la pintura. Lo
suyo siempre fue la lectura. Fernando no era bueno con las manualidades,
tanto es así que, por si acaso, yo no lo dejaba poner ni un bombillo.
Pienso que para él ha sido como una vía de escape ante la poca
comunicación que puede tener con nosotros.
Los
bocetos que ha hecho son muy poquitos y aunque no son perfectos,
considero que para una persona que jamás se había adentrado en el mundo
de la pintura, no están nada mal.
Fernando tiene prohibido enviar correos electrónicos. ¿Cómo afecta eso la comunicación entre ustedes?
Él
es el único de los Cinco que tiene puesto en su expediente que no puede
acceder a tecnologías. Cuando lo supimos nos sorprendió grandemente,
porque no conocemos las razones de esa medida cautelar.
Debido
a eso, únicamente podemos comunicarnos por teléfono y a veces solo es
posible una vez por semana, o utilizando el correo postal, que demora
mucho, ya que después de escribir la carta, Fernando la envía a la
Sección de Intereses de Cuba en Washington y ellos para La Habana.
Actualmente, comparte celda con otros nueve prisioneros, por lo cual
dispone de poco espacio y las posibilidades de escribirnos son menos.
¿Cuál es el recuerdo más amargo de estos años?
Honestamente,
el momento más amargo de mi vida fue el día que me comunicaron que mi
hijo estaba preso en Estados Unidos. Sentí un dolor tremendo. Fue
totalmente inesperado, porque no conocía que mi hijo estuviese
realizando ese trabajo. Para mí se encontraba en un viaje de
investigación de mercado, viendo posibilidades de negocio con Cuba. Me
preocupaba grandemente la situación que tanto él como sus compañeros
podían estar enfrentando.
Los
primeros 17 meses incomunicados fueron tremendos. Llegué a pensar que
no podría sobrevivir a esa terrible experiencia. Únicamente el orgullo
de saber que él había sido capaz de sacrificar su juventud y su tiempo
con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me daba fuerzas
para seguir adelante y mantener esta lucha que aún perdura y seguirá
hasta que regrese el último de ellos.
¿Qué representó la visita más reciente a Fernando?
Fue
muy alentadora, porque sé que le falta menos tiempo y afortunadamente
no tendremos que realizar muchas más visitas a la prisión. Pronto el
encuentro será en su país y en familia.
Después
de 14 años de encarcelamiento fue la primera vez que nos pudimos reunir
los cuatro miembros de mi pequeña familia, es decir, mis dos hijas y yo
con Fernando. Fue extremadamente emocionante sentarme frente a mis tres
hijos y ver cómo conversaban, cómo disfrutaban unos de otros, tal como solían hacer cuando eran más jóvenes.
Ese
reencuentro, sumado al pensamiento de que tal vez después de una o dos
visitas más lo tendremos en casa, fueron estimulantes y me dieron
fuerzas para seguir luchando.
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