Por Yeter Palmero/ Periodista
Como unos de esos regalos con los
que la vida nos sorprende, en mi camino encontré al maestro Andrés Gutiérrez,
uno de los más destacados directores de espectáculos musicales en Cuba.

Escucharle da gusto. Tiene una
simpatía genuina que hace que cada una de sus palabras nos produzca la
sensación de conversar con un sabio amigo. Lleva siembre con él un collar cuyas
formas y color denotan la bandera cubana. Esta isla y su gente lo definen.
Lo encontré en las modernas instalaciones del Cabaret Tropicana
Varadero, a los 73 años de edad lleno de ilusiones, fuerzas y vitalidad para
seguir trabajando como director general de los espectáculos que allí se ofrecen
al público nacional y extranjero.

Su trayectoria profesional tiene
una integralidad que en su criterio proviene de las múltiples oportunidades que
ha valorado y aceptado en la vida.
“Llevo más de 35 años al frente
de espectáculos en el Hotel
Internacional de Varadero. He dirigido además shows en los cabarets
Parisién, Tropicana Habana, Salón Rojo del Capri, Riviera y Habana Libre, o sea
los grandes espacios para este tipo de
presentaciones.
Vengo de una familia de músicos,
mi mamá fue una pianista repertorista
de grandes de la música cubana
como Beny Moré y Celeste Mendoza. De joven empecé a estudiar música pero realmente
mi vocación era la danza. Sin embargo los elementos que aprendí de la música,
después me han servido para tener este
sentido musical que brota de mi y aporta en todo lo que hago. Tengo una
sensibilidad que una nota mala me afecta.
Me siento un individuo realizado,
agradecido de la vida y de mi Revolución que me dio esas oportunidades. En el
Teatro Musical de La Habana me hice comediante musical bajo la tutoría del
maestro Alberto Alonso, quien es el autor intelectual de mi carrera. Él y otros
grandes eran hombres muy sencillos que emanaban talento y te enseñaban. Después
pasé al Ballet Nacional de Cuba donde consolidé mi carrera. Trabajé junto a
Alicia y Fernando Alonso, y con bailarinas como Mirta Plá, Josefina Méndez. Realmente
tuve una formación muy integral.”
Sobre Santiago de Cuba nos dijo: “es mi segunda patria, mi segunda casa. Allí
desarrollé una carrera fuerte.
Siente además todo el tiempo la
necesidad de compartir lo que sabe, de ahí quizás sus esfuerzos diarios por ser
comprendido, por enseñar, por descansar sólo lo necesario.
“Todo lo que sé es para mí un
legado, un legado que yo quiero también
trasmitir a mis alumnos y a las personas que
han estado al lado mío muchos años. Mi hija Lizandra Gutiérrez nació con
el talento y la vocación necesaria para
seguir mis pasos. Ha tenido la
oportunidad de aprender de mi y de mi esposa Amores Cordoví, quien fue una
figura en Santiago de Cuba. Somos una familia de artistas. Somos un laboratorio
familiar de arte y lo fabricamos en casa, comiendo, desayunando, hablando.
Nosotros no podemos pasar la vida simplemente sin que el motivo de nuestra existencia sea nuestro trabajo.
Quizás sea algo extraño pero es ese el pan nuestro de cada día.”
Tropicana le ha marcado tanto que cuando hablamos del
tema se emociona muchísimo.
“Para mí los Tropicana tienen una
connotación muy grande. Precisamente en Tropicana Habana monté mi primera gran
superproducción con el título: Los romanos eran así, un espectáculo dirigido por el maestro
Joaquín M. Condall, con libreto de Enrique Núñez Rodríguez. Debo decir que
Condall me aportó el conocimiento para saber manejar lo grandioso. Con él trabajé también en los Carnavales
de La Habana montando la comparsa de la Construcción.
Todo eso hoy ya está integrado en
mi, incorporado cien por ciento. Lo noto en mi percepción de la calidad y hasta
en cómo defino por experiencia a primera vista cuando una persona va ser
exitosa o no en lo que hace.
Tropicana Varadero es un nuevo
camino de Tropicana. Participé en la conformación de Tropicana Santiago. El
cabaret tiene códigos. En Cuba tenemos una escuela de espectáculos mundial en
mi opinión. Cuando me propusieron estar en Tropicana Varadero no podía decir
que no. Esto es parte de mi vida.
Yo no paro de formar. No me voy a
detener y defenderé siempre la cubanía de estos espectáculos.
El show que aquí proponemos es
participativo. En una hora y treinta minutos la orquesta toca todo el tiempo
ritmos cubanos, mientras 7 parejas de baile y modelos figurantes completan la
puesta en escena. El público participa y en buen cubano te digo que es fuego lo
que se forma. Ahí está el legado de Tropicana, en esos jóvenes que formamos día
a día.
Casi al final de nuestro
encuentro, en el que durante unos 20 minutos conversamos, Andrés dijo: “Perdona que
me emocione hablando. Doy gracias a Dios, al arte, a mi Revolución, por ellos
soy lo que soy. Tengo 73 años y me siento con una fuerza que no eres capaz de
imaginarte. Tropicana Varadero tiene unos geniales salones de baile. Sueño con
que un día sean sede de una escuela de bailes populares para Cuba y el Caribe.
Ahora mismo estoy preparando un
espectáculo con motivo del aniversario de la fundación de la ciudad de
Matanzas. Es un homenaje que organizo con las colaboraciones de mi hija y de mi
esposa”.
La verdad es que hubiese querido
que la noche durara un poco más para escuchar sin prisas las sabias palabras
del maestro Andrés Gutiérrez , pero los bailarines y músicos luego de 3 horas
de ensayo general le esperaban para valorar en conjunto cuán preciso había
quedado el espectáculo. Le vi ir tras sus muchachos y muchachas. Desde ese
instante sentí nostalgia, esa que me señalaba que por siempre echaría de menos
el tener cotidianamente cerca a este ser insuperable.
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