La Habana, 12 de jun (PL) Impactante noticia para el deporte cubano,
la muerte del gran campeón Teófilo Stevenson, con quien hablé por el
mediodía de lunes último para coordinar su participación en una
conferencia en Prensa Latina este martes.
- Recuerdan en Cuba a fallecido campeón de boxeo Teófilo Stevenson
- Duro golpe al deporte cubano: murió Teofilo Stevenson
Desde su teléfono en la casa del Reparto capitalino Naútico me llegó
su voz, no muy clara pero con el agradecimiento de la invitación y la
disposición de asistir a la presentación del nuevo formato de la Agencia
Latinoamericana de Noticias para la elección de los Deportista Más
Destacados en la región.
En los pocos minutos que hablamos no hubo una señal de malestar sino firmeza para estar junto a Enrique Figuerola, Silvio Leonard, Andrés Simón, Roberto Hernández Juan García y Frank Monthié, glorias del atletismo nacional, como él en el boxeo, que tantos triunfos le han dado a la Isla..
Ahora, con este desasosiego que me embarga por la ausencia del más grande y modesto deportista cubano en todos los tiempos, lo recuerdo cuando aun no soñaba con las inmensas cúspides conquistadas, al ser mi compañero de trabajo en la recogida de caña durante la zafra de 1970 en los campos de Jatibónico, en la región central del país.
Allí en los surcos, en turnos de madrugada surgió la amistad con aquel espigado atleta, bonachón, que a base de esfuerzo, constancia y dedicación comenzó a sentar cátedra en los cuadriláteros de Juegos Panamericanos, competencias regionales, olímpicas y mundiales.
No hablo aquí de sus tres coronas en Olimpiadas y en Campeonatos del Orbe, ni de sus múltiples condecoraciones, ni de aquella inolvidable tarde en el año 1974 cuando nos abrazamos al compartir el honor de estar entre los 10 atletas más destacados de Cuba , junto a Silvio Leonard, Douglas Rodríguez, Nelly Barnet, Rolando Garbey, Jorge Hernández, Emilio Correa, Antonio Muñoz y Alejandro Urgellés.
Tampoco puedo olvidar las veces que me trasladó en su auto cuando fuimos Delegados al Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes, efectuado en La Habana en el año 1978 y las muchas ocasiones en las que me posibilitó conducir el auto.
Rememoro a ese gigante de la humildad, capaz de ir a mi casa para cargar a los entonces mis dos pequeños hijos, José Ernesto y Abel, o de responder afirmativamente a un pedido del entrenador nacional de fútbol, el italiano Geovany Campari, en la decada de los 90, para tomarnos una foto cerca del malecón, frente al Hotel Riviera.
Sin dudas que era un "gentelman" de la atención al prójimo, con extraordinaria sensibilidad por el ser humano y una inteligencia propia de aquellas personas de cuna humilde capaz de mencionar el más mínimo de los detalles en torno a sus amistades.
Hace unos dos meses con motivo de conmemorarse la fundación de la Asociación Caribeña de Cuba, en el municipio Marianao, institución que se honra con su membresía debido a la descendencia paterna de San Vicente y Las Granadinas, me contaron amigos de su entusiasmo para satisfacer a diplomáticos y deportistas que deseaban instantáneas con él
Así de sencillo, humilde y patriota fue este gigante de ébano que con orgullo renunció a los millones de dólares que le ofrecían los mercaderes del deporte pues nada le satisfacía más que el cariño y la admiración de millones de compatriotas, de niñas, niños, jóvenes, adolescentes y mayores en su Cuba.
Cuántas veces te escuche hablar con éxtasis del Comandante Fidel, de los logros educaciones, deportivos, científicos, técnicos y de la salud en la Revolución Cubana, esa que defendiste con hidalguía y a la que tanta gloria diste y darás donde quiera qué estés pues los gigantes cono tú no mueren permanecen en la memoria de generaciones para convertirte en símbolo.
Para ti hermano este adiós póstumo, mi amigo Teófilo Stévenson.
En los pocos minutos que hablamos no hubo una señal de malestar sino firmeza para estar junto a Enrique Figuerola, Silvio Leonard, Andrés Simón, Roberto Hernández Juan García y Frank Monthié, glorias del atletismo nacional, como él en el boxeo, que tantos triunfos le han dado a la Isla..
Ahora, con este desasosiego que me embarga por la ausencia del más grande y modesto deportista cubano en todos los tiempos, lo recuerdo cuando aun no soñaba con las inmensas cúspides conquistadas, al ser mi compañero de trabajo en la recogida de caña durante la zafra de 1970 en los campos de Jatibónico, en la región central del país.
Allí en los surcos, en turnos de madrugada surgió la amistad con aquel espigado atleta, bonachón, que a base de esfuerzo, constancia y dedicación comenzó a sentar cátedra en los cuadriláteros de Juegos Panamericanos, competencias regionales, olímpicas y mundiales.
No hablo aquí de sus tres coronas en Olimpiadas y en Campeonatos del Orbe, ni de sus múltiples condecoraciones, ni de aquella inolvidable tarde en el año 1974 cuando nos abrazamos al compartir el honor de estar entre los 10 atletas más destacados de Cuba , junto a Silvio Leonard, Douglas Rodríguez, Nelly Barnet, Rolando Garbey, Jorge Hernández, Emilio Correa, Antonio Muñoz y Alejandro Urgellés.
Tampoco puedo olvidar las veces que me trasladó en su auto cuando fuimos Delegados al Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes, efectuado en La Habana en el año 1978 y las muchas ocasiones en las que me posibilitó conducir el auto.
Rememoro a ese gigante de la humildad, capaz de ir a mi casa para cargar a los entonces mis dos pequeños hijos, José Ernesto y Abel, o de responder afirmativamente a un pedido del entrenador nacional de fútbol, el italiano Geovany Campari, en la decada de los 90, para tomarnos una foto cerca del malecón, frente al Hotel Riviera.
Sin dudas que era un "gentelman" de la atención al prójimo, con extraordinaria sensibilidad por el ser humano y una inteligencia propia de aquellas personas de cuna humilde capaz de mencionar el más mínimo de los detalles en torno a sus amistades.
Hace unos dos meses con motivo de conmemorarse la fundación de la Asociación Caribeña de Cuba, en el municipio Marianao, institución que se honra con su membresía debido a la descendencia paterna de San Vicente y Las Granadinas, me contaron amigos de su entusiasmo para satisfacer a diplomáticos y deportistas que deseaban instantáneas con él
Así de sencillo, humilde y patriota fue este gigante de ébano que con orgullo renunció a los millones de dólares que le ofrecían los mercaderes del deporte pues nada le satisfacía más que el cariño y la admiración de millones de compatriotas, de niñas, niños, jóvenes, adolescentes y mayores en su Cuba.
Cuántas veces te escuche hablar con éxtasis del Comandante Fidel, de los logros educaciones, deportivos, científicos, técnicos y de la salud en la Revolución Cubana, esa que defendiste con hidalguía y a la que tanta gloria diste y darás donde quiera qué estés pues los gigantes cono tú no mueren permanecen en la memoria de generaciones para convertirte en símbolo.
Para ti hermano este adiós póstumo, mi amigo Teófilo Stévenson.
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